martes, 6 de julio de 2010

VIHDA


"A mì me gusta el mundo, por eso quiero estarme en él cuanto tiempo sea posible"
Àngeles Mastreta


Por: Silvio Sirias Duarte

Managua

Ya tenía treinta años de tenerlo todo. Desde que nació fue privilegiado, pues no le faltó la suerte. Trabajo, ropa, zapatos, comida, perfumes, viajes, amistades, familia, diversión, amores… Amores esporádicos. ¿Qué más podía pedirle a la vida?... Todo estaba al alcance de sus diez dedos.
El mundo pasaba a su alrededor sin que él lo apreciara. El sol, la luna, las estrellas, los árboles, las flores, el agua, el mar, los ríos, el amanecer, el atardecer esperaban un galanteo, un piropo, pero nada salía de aquel ser que vivía a placer, antojo y rebalse de su suerte.

Su nombre era original, Aguinaldo Concepción. Su madre era devota de la Virgen, por eso lo hermoso de su segundo nombre y Aguinaldo por haber nacido en el mes de diciembre. Desde niño cargó con un solo apellido, el de su madre. Una mañana de enero fue inscrito en el Registro Civil de las Personas de su pueblo natal como Aguinaldo Concepción de la Santísima Trinidad Pinto.

Era un hombre muy guapo y presumía de los atributos que la naturaleza le había proporcionado. Caminaba muy bien vestido, dejando por donde pasaba, su aroma a madera. Hombres y mujeres lo seducían, convirtiéndolo en un “confuso” conquistador

Las mujeres lo seguían y él las amó con ternura. Fueron confidentes y cómplices de muchas de sus andanzas. Le encantaba tenerlas como amigas y vivir aventuras inolvidables a la par de cada una de ellas. Las mujeres que a él le fascinaban debían ser diferentes, rebeldes, irreverentes, partidoras del orden establecido. Mujeres que iban de frente criticando el pasado y el futuro. Así eran las mujeres que le hechizaban. Las amó, las observó y se las tragó con todos sus altibajos.

Cuando era niño le atraían las mujeres porque fumaban, porque hablaban lindo, porque vestían extravagante, porque bailaban y tomaban licor. Luego las admiró porque trabajaban igual que los hombres, porque olían delicioso, por elegantes. Después las amó por su inteligencia, por ir en contra del sistema, por practicar las artes, por ser independientes, por viajar, por escuchar buena música, por escribir poemas, por protestar, por ser iguales a los hombres, por ser sus amigas y compañeras inseparables.

Aguinaldo Concepción fue loco, soñador, alternativo, creativo, solidario, enojado, sensible, llorón, enamorado, solitario, regalón, ordenado, popular, querido y promiscuo. Esto último fue lo que lo llevó a que un día caliente de marzo entrara a su cuerpo el non grato Virus de Inmuno Deficiencia Adquirida.

Se enamoró varias veces, amó a sus parejas, se esperanzó con cada una de ellas. Siempre alucinó con tener un novio que lo abrazara, lo tocara y lo necesitara, luchó para encontrar al hombre de su vida.

Aprovechó cada minuto que le quedaba de su existencia para observar lo que pasaba a su alrededor. Dio besos sinceros, abrazó, sintió las energías positivas de las personas y compartió la mesa con sus amigos. Comprobó que el sol quemaba, que los atardeceres brillaban y que el mar es infinito. Se mojó los pies con la espuma que tiran las aguas saladas del mar. La luna y sus cráteres fueron vistos por sus grandes y muchas veces tristes ojos.

Se dio una oportunidad de vivir, y aprendió a convivir con el mortal virus. Dejó a un lado los prejuicios sociales y avanzó demostrando que podía competir con cualquier ser humano. Cambió sus hábitos alimenticios. La noche la ocupó para dormir y el día para trabajar. Disciplinadamente se tomó sus medicamentos y se cuidó de las enfermedades oportunistas. Su sistema inmunológico caminó por quince años eficientemente. Fueron cinco mil cuatrocientos setenta y cinco días de normalidad, hasta que llegó su despedida.

Aguinaldo alcanzó cambios para su bien: su corazón se hizo más sensible que de costumbre, le vio colores a la vida y esperó el arco iris con ansias. Observó sus siete colores y nunca los olvidó. Le encontró el verdadero sabor a música y se acompañó de ella hasta su último día en la tierra.

Después de un tiempo volvió a amar. Se sinceró con su pareja y lo cuidó para no transmitirle el virus. No quería que nadie pasara por lo que él a diario vivía. Su familia fue pieza fundamental para que el camino le resultara menos desierto. Luchó desde las tribunas dando testimonios de vida para animar a las personas que conviven con el virus y capacitando a jóvenes de zonas rurales sobre los peligros de la infección. Así pasaron los días de Aguinaldo llenando de luces y brillos a las personas que lo rodeaban. Su objetivo central fue dar más de lo que podía y demostrar que su vida no se acababa por convivir con aquel misterioso virus.

El viaje

Se encerró en su habitación a pensar, a escribir, a escuchar musica y a preparar su funeral. Tenía miedo a ser enterrado y empezó a madurar cerca de la muerte.
Dejó las instrucciones escritas en papel, de cómo debían ser su honras fúnebres, de cómo debían vestirlo. Camisa de lino o camiseta blanca, jeans desteñidos, collar barato en su cuello y pulsera de cuero en su brazo.

Al morir le colocaron en su mano un crucifijo dorado y en su oreja el arete de plata obsequiado por su novio. Sus hermanas lo perfumaron para su viaje final y le colocaron en el ataúd una foto de su madre, aquella mujer que tanta falta le hizo en su agonía. Murió con la esperanza de encontrarse en el más allá con ella.

Aguinaldo Concepción festejó desde aquel día de marzo que recibió el examen que leía VIH Positivo. Vivió con una sonrisa hasta que se fue para siempre, le costó pero hizo la lucha. La placa de mármol que le colocaron en su tumba lee “Lo que importa no es lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos sucede”

La gente de su pueblo lo criticó por haber muerto a consecuencia del mortal virus, pero él se fue contento porque vivió a su manera. Se fue pensando que lo que había hecho, había sido lo mejor.

Aguinaldo Concepción recordó los mejores momentos de su vida, los volvió a vivir con las personas que amó. Quería que no lo olvidaran y luchó para ser recordado como irreverente, protestante, vanidoso, creativo, solidario, amigable, risueño, divertido, bailarín, responsable, amante y homosexual…

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