jueves, 5 de agosto de 2010

De tal palo, tal astilla


Un 9 de enero de 1985 partí a Costa Rica a buscar vida, si me quedaba en Nicaragua corría el riesgo de perderla. En 1983 el gobierno sandinista había aprobado la Ley del Servicio Militar Patriótico conocida popularmente como el Servicio Militar Obligatorio, eso provocó que mi mamá decidiera que era mejor mandarme al exilio.

Mi vida en Acoyapa Chontales era muy estable. Estaba motivado porque era un hombre asalariado. Recibía una mesada de quinientos córdobas por enseñar a leer y escribir a un grupo de personas de bajos recursos. Todas las tardes recorría las calles empedradas de mi pueblo para llevar el pan de la enseñanza. Me encantó esa labor, creo que tenía las habilidades y la vocación para pertenecer a un grupo de compañeros de clases que nos envolvimos en la Educación de Adultos.

La mañana del 9 de enero es una de las fechas que no me gusta recordar, pero debo de hacerlo para sanar rencores. Iba feliz camino a la Suiza centroamericana, sin saber que dejaba 15 años de historia. Era un adolescente que no comprendía el significado de mi partida y lo que dejaba atrás. A pesar que desde niño quise salir de Acoyapa, nunca pensé que el camino que tenía en frente iba a cambiar mi forma de ver al mundo.

Primero me impresionaron los edificios de San José, solo había tenido la oportunidad de ver dos edificios en mi vida, el del Banco de América y el del Hotel Intercontinental ubicados en los escombros de Managua. Luego me deslumbró el clima frío, mi trabajo como dependiente de una tienda vaquera, la moda, la independencia y la libertad de no sentirme observado.

Atrás había dejado a mi madre, una elegante mujer de 45 años que mantuvo vivo mi amor por Nicaragua. Piadosamente me escribía todos los martes una carta de su puño y letra contándome el vivir de mi pueblo. Cada semana llegaba el cartero a la tienda donde yo trabajaba a entregarme un sobre con más de cinco páginas de historia.
Así me di cuenta quienes iban cumpliendo 15 años, quienes morían en la guerra, que productos no había regresado a Nicaragua debido al brutal bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, quienes se casaban o se iban “juidas”... la lista de temas era inagotable. Mientras yo trabajaba para mantenerme, ella me hacía respirar con sus historias. Nada mejor que el relato para mantener vivo el amor.

domingo, 1 de agosto de 2010

El Tijuco chontaleño


Todas las noches a las 9 en punto, estoy frente al televisor. Lo asumo, no me gusta la televisión porque me mantiene en un solo lugar. Me desespera estar sin movimiento, es parte de mi naturaleza humana. Durante las dos oportunidades que he tenido que ver Xica da Silva me he dedicado a disfrutar la trama de la novela.

Viendo la telenovela me ubico en Acoyapa, porque entre este y el Tijuco hay muchas similitudes. Algunas ya se han superado gracias a que cada día más jóvenes están teniendo acceso a la educación superior, a tener contacto con personas de otros países que han aprendido a ver el mundo diferente y porque casi todos los antiguos inquisidores del pueblo han viajado al otro mundo.

El apetito sexual de Xica me recuerda al que tenían muchas señoras que asistían a las reuniones que preparaba mi padre, para que la real sociedad acoyapina se relacionara con él. La crueldad de la época de la novela, es la actual personificación de la mente de muchas personas de mi pueblo que creen tener la verdad.

La suntuosidad de los portugueses que invadían Brasil en el siglo XVIII, es casi parecida a la ostentación que hacemos alarde en mi pueblo. El orgullo granadino nunca ha desaparecido, inclusive muchos pobladores le van al equipo de Granada obviando la ola expansiva del Boer.

Rótulos como “Aquí somos Católicos” dejan leer las casas de católicos orgullosos, queriendo eliminar la participación de la gente en otros movimientos religiosos. Crecí aceptando que solo los católicos valen y que ser sandinista era un pecado. Me predicaron una sola verdad, pero yo opté por varias verdades para descomponer la exclusión.

Xica da Silva me seguirá dando pautas para analizar el bien y el mal y lo que eso influye en la vida de cada persona.

¡Fuera, fuera, fueraaaaaaaaaaa...!


A la UCA en sus 50 años
Recuerdo aquel día que el que el Dr. Guillermo Rothschuh Villanueva ex Decano de la muy querida Facultad de Comunicación, llegó a inaugurar la primera sala de audiovisuales. Este fue un acontecimiento novedoso en la UCA. La tecnología llegaba y con ella los estudiantes iban a tener la posibilidad de crecer. Cerca a esa fecha de inauguración el actual Presidente del Consejo Supremo Electoral llegó a la sala a recibir de nuestras manos una serie de viñetas radiales para promover el voto y la transparencia de las elecciones municipales del año 2000. Nuestro objetivo era que no se cuestionaran esas elecciones, como se cuestionaron las de noviembre de 2009.
¡Que noviembre ese! Fue siniestro y violento.

Cerca de estas fechas, en la UCA hubo duelo. Un grupo de simpatizantes del Frente Sandinista entraron e invadieron el campus.

Como dice aquella canción ¡Que vivan los estudiantes!, porque ese día sacaron el nicaragüense y le hicieron honor a aquella canción que dice “Yo soy de un pueblo pequeño, pequeño como un gorrión, con medio siglo de sueños de vergüenza y de valor”.

Fotografía "El Nuevo Diario"

El Club Social de Acoyapa un lugar donde reina la exclusión.


La violencia es uno de sus “preceptos éticos”. Se rigen por normas sociales de 1938 año en que fue “fundado” por segunda vez. Los granadinos crearon en mi pueblo, allá por el año 1876, el espacio más retrogrado de Chontales, el Club Social de Acoyapa

En 1907 fue cerrado por el gobierno liberal de José Santos Zelaya. En 1979 fue convertido en comando sandinista y luego en Casa de la Cultura, para que todo el pueblo pudiera entrar y no solo unos cuantos lugareños y otros tantos “extranjeros” que llegan de Managua a sentirse como Chamorros y Lacayos. En la década de los noventas, con la asunción de doña Violeta Barios, el club fue regresado a sus antiguos socios.

A los socios del club les encanta ser observados por los campesinos que bajan del campo a rendirle tributo a nuestro santo patrono San Sebastián. Los campesinos se colocan en la ventana del lugar agarrando las verjas, mientras adentro una orquesta toca para que la “realeza” acoyapina se divierta el 20 de enero.

La elección de la novia del club es el evento más importante de esa noche, la noche más iluminada de Acoyapa. Una niña “real” es escogida por un grupo de hombres, mejor conocidos como socios propietarios. Estos señores para seleccionar a la ganadora toman en cuenta su apellido, sus raíces familiares, su belleza y por supuesto su virginidad.

Una vez ganó como novia del Club Social una muchacha hija de un socio con una de sus amantes y no con su esposa. La controversia giró en el pueblo. La gente discutió por una semana si la madre de la niña coronada debìa asistir a la ceremonia, pero no pudo entra, los socios se lo impidieron. Doña Carmen se quedó junto a los campesinos observando detrás de las verjas.