domingo, 1 de agosto de 2010

El Tijuco chontaleño


Todas las noches a las 9 en punto, estoy frente al televisor. Lo asumo, no me gusta la televisión porque me mantiene en un solo lugar. Me desespera estar sin movimiento, es parte de mi naturaleza humana. Durante las dos oportunidades que he tenido que ver Xica da Silva me he dedicado a disfrutar la trama de la novela.

Viendo la telenovela me ubico en Acoyapa, porque entre este y el Tijuco hay muchas similitudes. Algunas ya se han superado gracias a que cada día más jóvenes están teniendo acceso a la educación superior, a tener contacto con personas de otros países que han aprendido a ver el mundo diferente y porque casi todos los antiguos inquisidores del pueblo han viajado al otro mundo.

El apetito sexual de Xica me recuerda al que tenían muchas señoras que asistían a las reuniones que preparaba mi padre, para que la real sociedad acoyapina se relacionara con él. La crueldad de la época de la novela, es la actual personificación de la mente de muchas personas de mi pueblo que creen tener la verdad.

La suntuosidad de los portugueses que invadían Brasil en el siglo XVIII, es casi parecida a la ostentación que hacemos alarde en mi pueblo. El orgullo granadino nunca ha desaparecido, inclusive muchos pobladores le van al equipo de Granada obviando la ola expansiva del Boer.

Rótulos como “Aquí somos Católicos” dejan leer las casas de católicos orgullosos, queriendo eliminar la participación de la gente en otros movimientos religiosos. Crecí aceptando que solo los católicos valen y que ser sandinista era un pecado. Me predicaron una sola verdad, pero yo opté por varias verdades para descomponer la exclusión.

Xica da Silva me seguirá dando pautas para analizar el bien y el mal y lo que eso influye en la vida de cada persona.

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